El Entorno
El entorno
La Iglesia parroquial de Tirgo presenta un peculiar entorno que pudo ser analizado y estudiado en profundidad gracias a las sucesivas campañas de excavaciones arqueológicas, como por las aportaciones documentales, lo cual pone de manifiesto la importancia de los trabajos previos interdisciplinares, puesto que aportan elementos desconocidos que nos ayudan a interpretar correctamente el monumento. Así, son varios los elementos que es necesario tener en cuenta, el primero es de la necrópolis, dado que durante época medieval los enterramientos se realizaron en el exterior del edificio religioso, éstos aparecieron diseminados tanto en la plaza de mayores dimensiones que se extiende hacia el sur, como por el oeste y norte de la Iglesia. Junto con los enterramientos otras estructuras que posibilitaron su ejección y hoyos o silos que aportaron una valiosa información que ayuda a datar el conjunto. Otro elemento de especial relevancia y singularidad es el de un muro de piedra de sillería, que limita un recinto cerrado, al norte de la Iglesia y que conforma una estructura denominada cortijo30.
Finalmente, hay que señalar la existencia de un edificio que se adosó en el lado noroeste de la Iglesia y que desapareció hacia 1980, conocido como la Ermita de Santa Catalina, cuya existencia constatamos a través de las fotografías. En éstas
- Desgraciadamente, conocemos por una carta del Gobierno Civil enviada al Ayuntamiento de la localidad, en 1968, que se produjo la venta de la documentación histórica de su Archivo Municipal, así como el de la localidad de Cuzcurrita, por Salvador Aguirre Landa, secretario del ayuntamiento en ambas localidades. Los legajos y libros fueron comprados por Rufino Alonso Martínez, empleado del arresto municipal de Haro, y que a su vez los revendió a Leonardo Alonso Martínez, su hermano, el cual los vendió como pasta de papel y a particulares. (A.H.P.LR.: Archivo Municipal de Tirgo. Comunicación del Gobierno Civil al alcalde de Tirgo. Leg. 22/34).
- ÁLVAREZ CLAVIJO, Pedro: “Trabajos arqueológicos en el entorno de la Iglesia de El Salvador”. Estrato, nº 7. (Logroño, 1996); pp. 73-79 y ÁLVAREZ CLAVIJO, Pedro: “Excavaciones en Tirgo, campaña de 1997”. Estrato, nº 9. (Logroño, 1998); pp. 54-61.
podemos intuir una sencilla edificación de mampostería y piedra de sillería, reservada ésta para el recerco de los vanos y los esquinazos. En varias ocasiones apare- ce mencionada en las fuentes documentales, como en 1728, cuando el visitador general del Obispado, Jerónimo José Santerbas, ordenó que las Ermitas de Tirgo estuvieran reparadas y que en ellas no se colocará ningún elemento indecente, en particular en ésta de Santa Catalina, así como en la de Santa María31. Igual petición hizo Bernabé Antonio de Brocarte, visitador del Obispado, en 1736, señalándose tan sólo en 1759, que la Ermita estaba “…con el aseo y compostura que se re- quiere…”32.
El hecho de que esta Ermita estuviera dentro de la villa y junto a la Iglesia, seguramente favoreció su conservación, aunque también hay que pensar que fue la más importante de las cuatro, puesto que incluso tenía una cofradía que, en 1728, poseía un libro en el que se anotaba cualquier aspecto relacionado con su funcionamiento. Un segundo libro se compró para esta misma cofradía de Santa Catalina, pero en realidad, se utilizó para la Fábrica de la Iglesia de El Salvador, tal y como puede leerse en la primera hoja del libro, en torno a 1759: “Libro de la cofradia de Santa Cathalina, intramuros de esta villa de Tirgo, que empieza el año de
Fabrica de Tirgo”. Con el paso de los años tanto la Ermita como su cofradía debieron perderse y el edificio terminó convirtiéndose en la escuela de niños, época en la que seguramente se le abrieron los grandes ventanales que se aprecian en las fotografías, siendo finalmente demolido hacia 1980.